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La calle Alberca es atravesada por un rebañ̃o de ovejas y cabras bajo la atenta mirada del taxista Platina. Archivo JAAG.
Sucedió hace...

Sucedió hace... (especial): La Alberca, una calle con historia

Le dedicamos este artículo especial del Sucedió hace… a la calle Alberca con motivo de la inauguración de sus obras de urbanización. Una travesía que si hasta ahora se le ha tenido como de extramuros o periférica, esta consideración, sin duda, cambiará a partir del día de hoy

José antonio agúndez

Domingo, 8 de mayo 2016, 18:36

A mi modesto entender, dos características definieron históricamente a esta calle. Por una parte, el agua, y por otra, ser colada para el paso de ganados.

Su nombre, muy antiguo, hace referencia a la primera circunstancia, al agua. La palabra alberca procede del árabe albírka, y con ella se denomina a toda construcción excavada en la tierra o realizada en fábrica que servía para almacenar agua. Es lógico pensar que aquí hubiera en tiempos remotos una de estas construcciones, de la que tomó el nombre de alberca. Y en realidad, el agua no faltó por esta zona, pues la calle con sus dos vertientes dirige sus aguas hacia dos de los más importantes arroyos o regatos que atravesaron el casco urbano malpartideño: por un lado, el que naciendo allá por la actual carretera, venía por San Marcos y atravesaba el pueblo por la Plaza Mayor y por otro lado, el que iniciándose en la zona de Peñas Blancas cruzaba la calle Cortes hacia Camino Llano y buscaba al primero en la zona de la Nora.

Hoy no quedan restos de aquella alberca, ni tampoco recuerdo de un pozo donde debieron abrevar los ganados que por aquí pasaban y al que se hace referencia en los libros antiguos, como tampoco de una noria que existió en la embocadura de la calle Escañito y que fue desecada en 1883, quejándose los vecinos de desaprovechar tanto sus aguas como las buenas piezas de cantería del brocal que se arrojaron al fondo.

Esta lucha con el agua tuvo probablemente su día más dramático el 22 de mayo de 1922, en el que una formidable tormenta descargó sobre la población produciéndose una avenida en el regato de la zona de la Alberca que da al Palomar de tal manera que las aguas inundaron rápidamente algunas casas de la Calle Corte. La situación podría haber resultado fatal si no hubieran acudido muy pronto varios guardias civiles del cercano cuartel -que entonces se hallaba en aquella calle-, quienes con un heroico comportamiento se dedicaron al salvamento de las personas y enseres de las casas anegadas, habiendo conseguido salvar por las ventanas a ocho niños de 3, 5, 7 y 8 años y a uno de seis días cuya cuna flotaba sobre las aguas, como así también a la madre de este último que por su reciente alumbramiento permanecía en cama y hubo también necesidad de salvarla por la ventana de la casa. En estas labores también ayudaron los vecinos José Chaves García, Juan Silva Gallego, Alfonso Plata Granado y Fermín Pérez Royo habiendo tenido este último que despojarse de sus ropas para entrar por corrales inundados a romper puertas y poder dar salida a las aguas. Unos hechos que les hizo acreedores a aquellos valientes paisanos del general agradecimiento de la población, de su ayuntamiento y la concesión a todos por Real Orden de la Cruz de Beneficencia en 1923.

Movido por aquel constante peligro, y ante las continuas reclamaciones de los vecinos, el Ayuntamiento terminó por encañar en 1925 el mencionado arroyuelo, evitando así que se arrojaran estiércoles y basuras en la boca del encaño y se formaran charcos donde lavaban las mujeres las ropas sucias y otras inmundicias.

Esto en cuanto a lo relacionado con el agua, pero como dije al principio, la Alberca ha sido y es también colada, un tipo de vía pecuaria para el paso del ganado. Eso nos lo indica el ancho de su calzada, pues, como bien saben los lectores, las vías pecuarias (Cañadas, cordeles, veredas y coladas) se clasifican dependiendo de su anchura, que para el caso de las coladas es inferior a 20 metros. De esta forma, la colada o la colá de la Alberca debe ser probablemente la continuación de la vía que accedía por San Juan y que transcurría luego por Sol y Fuente Santa. Un camino para el ganado que fue cruzado muchas veces por los rebaños de vacas y cabras del común que bajaban por la Fuente Santa después de haber pastado en las suertes de Loberas, Lapillas y Angosturas de la Zafrilla.

Sólo resta comentar que esta zona era la más solicitada para construir tinados y pajares a finales del XIX y principios del siglo XX, y una de las más proclives a ser vigilada, por estar apartada y a las afueras. De ahí que aquí se implantara un fielato o pequeña casilla donde se cobraban los impuestos de mercancía de consumo, como que, cuando el alumbrado escaseaba, fuera patrullada por rondas nocturnas de vecinos horrados sobre todo durante las fiestas del carnaval, para evitar reuniones y encuentros amorosos inadecuados.

Una calle hoy remozada que conservará a modo de colorido puzzle, como el de los bancos que hoy la adornan, todo su sabor tradicional. Una calle conformada al fin y al cabo por los vecinos que aquí fueron, son y serán. Donde, si se pone algo de atención, todavía podemos escuchar los versos de tío Antonio Canasto, a tío Diego el Cojo enseñar algunas letras, las risotadas de los muchachos que hacían novillo de las cercanas escuelas, el chirrido de la sierra de Fermín el Arroyano en su taller de carros, el rumrum del coche de Platina, los tratos en la carbonería de Santos Fernández, el silencioso caer del grano del molino de Pola, la voz del merchán que se alojaba en la posada, el mugido durante el ordeño en el pajar de Hortigón, la animada tertulia al calor del juego de cartas en el bar de Taquilla, y aún más reciente, las palabras de pésame y lloros al despedir a un ser querido en el moderno Tanatorio de los de la Funeraria

La Alberca, la calle del agua, pateada por los ganados, vigilada y vigilante, se abre hoy con su historia al futuro. Enhorabuena al Ayuntamiento, a los vecinos y a Malpartida por la consecución de esta importante obra y larga vida a la calle y a los que la habitan y pasean.

(Mi agradecimiento al alcalde D. Alfredo Aguilera por su invitación a leer estas líneas en el acto de inauguración de la calle).

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