Separación y mascarillas para celebrar el concierto con seguridad. Alba Baranda

El Kanka hace volar a los extremeños

Alrededor de 350 personas disfrutaron la noche del 7 de septiembre del concierto del malagueño, un evento con estrictas medidas sanitarias que demostró que la cultura es segura

Alba Baranda

Malpartida de Cáceres

Viernes, 11 de septiembre 2020, 15:35

Bienvenidos a un concierto de la nueva normalidad. Un viaje con casi una treintenta de paradas y cuyo destino y confort dependerá del piloto. En este caso -el lunes 7 de septiembre en Malpartida de Cáceres-, El Kanka estuvo a los mandos del tercer y último encuentro de 'Malparmúsicas'.

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El despegue tuvo lugar en la plaza de Aizenay. Las puertas se abrieron dos horas antes de los primeros acordes, algo que quizas pareciera excesivo en la antigua normalidad, pero en la nueva, se produce para evitar aglomeraciones. Y así fue, los asistentes fueron llegando escalonadamente en un goteo constante de 21.00 a 23.00 horas. Las butacas, de plástico blanco, pero no demasiado incómodas para ser de este material, estaban separadas entre sí por exactamente un metro y medio. A la entrada, control de temperatura, gel para embadurnar las manos y un papel para indicar que el asiento está ocupado por si hay que levantarse. Un acomodador pregunta si deseas colocarte en vertical o en horizontal con el conviviente y te indica el asiento en el que, a partir de ese momento, te sientas y te sientes un poco más solo que hace un minuto. Prohibido juntar las sillas.

Alba Baranda

El Kanka apareció puntual sobre un escenario que, de primeras, parecía inmenso para una sola persona. Sin mediar palabra, se enfundó una de las dos guitarras que le esperaban sobre las tablas y arrancó con 'Sabéis quiénes sois', una canción compuesta durante el confinamiento y dedicada a sus seres queridos.

Tras el primer aplauso y contacto con el público, El Kanka saludó y confesó que ni soñaba con hacer conciertos tras la situación vivida, pero ya llevaba, contando con este de Malpartida, un total de 29. «Así que, como no sé si habrá alguno más, dada la incertidumbre, vamos a disfrutar de la música, que nos la han quitado durante muchos meses. Yo lo voy a dar todo», dijo en una declaración de buenas intenciones.

Para salir de la monotonía y buscar la reciprocidad de los aficionados, El Kanka anunció hace unos meses que tocaría en los próximos espectáculos sus 20 canciones más populares en Spotify. De las menos a las más escuchadas. «Es un orden que yo jamás haría, pero ¿y la gracia que tiene?». El concierto del pasado día 7 de septiembre fue la tercera vez que lo hizo, indicó. Abrió su repertorio popular con 'A dieta de dietas'.

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Después, canción con anécdota; doble regalo para el público. El malagueño estuvo interpretando durante la cuarentena un tema al día, al igual que hicieron otros artistas para hacer más llevadero el confinamiento, pero cuando le llegó el turno a 'De pana y rubí' tuvo que consultar los acordes, ya que se le habían olvidado. Así que recurrió a un tutorial para recordar su propia canción, manifestó entre risas. En esta ocasión, la tocó sin deslices.

El público poco a poco fue dejándose llevar por los acordes y obviando lo tragicómico de 'bailar' sobre una silla de plástico a más de un metro de distancia de otra persona. De hecho, en la siguiente composición, 'Instrucciones para bailar un vals', el cantante pidió «la unidad mínima de baile» y durante un par de minutos, los asistentes acompasaron sus cabezas al ritmo que él marcaba.

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Tras ese vals conjnto, El Kanka introdujo 'Guapos y guapas' manifestando que él era aficionado del culto al cuerpo, pero que también «hay que leerse un librito de vez en cuando». Acto seguido, cantó 'Me alegra la vista', 'Del miércoles al martes' y 'Confesión'. La noche avanzaba y el viento apretaba, aunque no llegó a desagradar. El cantautor manifestó sentirse como Beyoncé con el efecto del ventilador. Después, continuando con su recital de positividad, cantó 'Querría', 'Sí que puedes' -la única que tocó con ukelele- y 'Andalucía', una preciosa canción de su tierra que dedicó a todos los extremeños «por ser primos hermanos».

Enseguida tocó 'Volar', una de las más aclamadas. El público, disfrutón, en su inmensa mayoría, se olvidó del móvil y se dedicó a contemplar al artista. Total, la foto no iba a salir bien desde tan lejos y todo el mundo sabe que cuando se graba no se disfruta igual. En la nueva normalidad se gozan y se sienten más los conciertos, aunque hay que hacer un ejercicio de concentración mayúsculo para que la música avance hasta la butaca y le posea a uno. Además, por ahora, está permitido cantar tras la mascarilla.

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'El día de suerte de Pierre Nodoyuna' arrancó palmas y 'Me gusta', brazos en alto. El Kanka ya no parecía pequeño sobre el escenario, pues no necesitó más que su voz, seis cuerdas y su simpatía (sin olvidar su leve movimiento de cadera) para encandilar al respetable y abarcar todo el espacio. El compositor demostró una profundidad en sus textos y una variedad lingüistica impropia de la época actual. 'Para quedarte' fue un punto de luz en mitad de la noche estrellada, en la que poco a poco fue apareciendo la luna para celebrar esa noche de cultura segura.

Para acabar el repertorio popular, cantó 'Vengas cuando vengas' y 'Lo mal que estoy y lo poco que me quejo'. Y tras un brevísimo amago de fin de concierto, reapareció para tocar los bises. «Por suerte hay cosas que no cambian en la nueva normalidad. Con que una sola persona al fondo susurre 'otra' entre dientes, saldré y cantaré varias», bromeó. Sin embargo, las 350 personas que allí había, ya completamente entregadas a la magia del andaluz, demandaron a gritos una nueva canción.

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Tras interpretar un pasodoble de Juan Carlos Aragón ('Hoy me ha preguntado mi viejo') y con el final del viaje ya presente, la nostalgia hacia mella y en 'Por tu olor' se echó de más la distancia social para acaramelarse un poco con el conviviente. Tras dos de sus grandes éxitos; 'Qué bello es vivir' y 'Canela en rama', acabó su alocución musical con 'No estamos locos', de Ketama y dejó más de una sonrisa impregnada en la parte interior de la mascarilla, quizás también algo húmeda de alguna lágrima. Pero eso sí, siempre bien puesta. La organización estuvo muy pendiente en todo momento de las medidas sanitarias, que se cumplieron impecablemente.

Tras casi dos horas de viaje y una perfecta maniobra de distracción del piloto para olvidar que en aquel momento había un brote de coronavirus en la localidad, el público aterrizó en un destino algo mejor, porque la cultura alivia un poquito el alma y perfecciona el paisaje.

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