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José Domínguez Chaves
Malpartida de Cáceres
Lunes, 18 de julio 2022, 19:12
José Domínguez Chaves, vecino de Malpartida de Cáceres y estudiante del máster de historia contemporánea en la Universidad Complutense de Madrid, ha querido recordar un hecho histórico acaecido tal día como hoy, 18 de julio, pero del año 1936, el cual implicó a los municipios tanto de Malpartida de Cáceres como de Arroyo de la Luz.
Desde comienzos de año, en España venía fraguándose una rebelión sin precedentes que se acentuó por la victoria en las urnas de Frente Popular. Una rebelión sumió a España en una guerra larga en octubre de 1936, una guerra sin parangón que enfrentó a familiares y amigos dejando un paisaje desolado y mostrando una herencia dictatorial que se continúa observando actualmente en nuestros más mayores por medio de dos factores como son el silencio sepulcral sobre lo ocurrido y un rezo unánime: que no se vuelva a repetir.
Vamos a observar algunas de las claves que se fueron definiendo desde febrero de 1936 hasta julio y que dieron pie a uno de los capítulos más oscuros de nuestra Historia. Para comenzar hay que ver tres variables que se juntaron en el mismo momento y que fueron un detonante imparable para cualquier gobierno: las elecciones de febrero del 36 fueron denunciadas de fraude, intentaron ser boicoteadas para evitar que un gobierno de corte republicano y progresista se instaurase en España; en segundo lugar debemos aclarar que 1936 ha sido uno de los años más secos de la Historia por lo que afectó al principal sustento económico social del país: la agricultura y, en tercer lugar y unido al anterior factor estresante encontramos el desempleo extremeño. Con esto vamos a observar de modo sintético el desarrollo de los días del Alzamiento.
A pesar de haber creído siempre que el 18 de julio la España rebelde se sublevó contra la II República y que fue una concatenación de causalidades que se concentraron en aquellos días, no podemos estar más equivocados. El 18 de julio es el día más señalado histórica e historiográficamente pero las órdenes en la Península fueron entregadas el día 19 y a horas dispares por la falta de buenas vías de comunicación dejando, por ejemplo, un estado de desconcierto en municipios como el de Arroyo de la Luz – que en aquel momento se denominaba como Arroyo del Puerco y seguiría así hasta agosto de 1937 – o el de Malpartida de Cáceres, aunque la separación de la capital provincial fuera de apenas diez kilómetros. Estas dificultades no supusieron un obstáculo a la conspiración que venía gestándose desde la victoria democrática en las urnas del Frente Popular en febrero de 1936. La provincia cacereña tuvo su epicentro, como no podía ser de otra forma, en su ciudad principal y desde allí y tras la lectura del Bando se ramificó la sublevación a las diferentes ciudades donde se encontraban las organizaciones falangistas, los diferentes acantonamientos militares y la Benemérita, gran aliada en el proceso de sumisión de multitud de municipios.
En el municipio de Arroyo de la Luz, la noticia oficial de la sublevación llegó el mismo día 19 y se constató que la Guardia Civil estaba a expensas de las órdenes que salían de Cáceres, es decir, avisaron de que no estaban con el pueblo republicano –que defendió la democracia y su postura política mediante manifestaciones y consignas de defensa de la República– sino que iban a actuar como brazo ejecutor de la violencia y la represión militar mediante la ocupación de los diferentes edificios simbólicos y la detención de algunos habitantes en función de su ocupación política –tal y como se había y se iría realizando en los municipios y ciudades extremeñas– pero ni por esas amenazas el pueblo se amedrentó y convocaron manifestaciones en favor de la libertad, la República y contra el Alzamiento. El 20 de julio se proclamaba, por orden de la Benemérita, el estado de guerra en la localidad y reorganizaba la situación ejecutiva del gobierno municipal pero, al no haber una orden directa del Comandante –en este momento era la única autoridad en toda la provincia por la legalidad que le concedía la instauración del estado de guerra– el alcalde arroyano defendió que la insurgencia y la reorganización y expulsión de los diferentes miembros del consistorio era ilegal, con estas actitudes los sublevados temieron que se entorpeciera el Alzamiento y para evitar ese fin tuvieron que detener a los seguidores del alcalde, pegarles palizas y ejecutarlos.
En Malpartida de Cáceres se vivió un movimiento social, inspirado en la arenga del diputado socialista Luis Romero Solano, que provocó pequeños cortes en la carretera que une el municipio con la capital pero la colaboración de la Guardia Civil con el poder militar en la conspiración permitió dos cosas: reducir el poder de movimiento y reacción de la sociedad frente al Alzamiento ya que, por medio del Bando, debían entregar todas las armas en la casa del pueblo y, en segundo lugar, se encargaron de controlar los principales edificios gubernamentales: Ayuntamiento, casa del pueblo, ocupación de las sedes de organizaciones políticas y sindicales…
La sublevación se extendió en pocas horas por toda la provincia y destacan algunos espacios como Trujillo, Cáceres, Sierra de Gata, Guadalupe, etc. Los focos de resistencia ubicados en el entorno de la capital provincial y que Romero Solano, tal y como hemos indicado anteriormente, se encargó de movilizar y en la medida de lo posible armar a simpatizantes, milicianos y opositores a la sublevación. El aliento del diputado socialista tuvo su efecto en municipios como Malpartida de Cáceres, consiguiendo movilizar a algunos simpatizantes a la carretera de Cáceres con el deseo de hacer frente a los sublevados pero viendo la formación y organización de los fuertemente armados guardias de asalto, regresaron a sus viviendas sin ofrecer resistencia al observar el desequilibrio armamentístico. Muchos extremeños decidieron huir a la Sierra de Gata, otros tantos huyeron a Badajoz – en esta provincia los sublevados tardaron más en hacerse con el control de la situación y la sumisión de la población – y algunos encabezaron la resistencia.
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