José Antonio Agúndez García. Cronista oficial de Malpartida de Cáceres
Malpartida de Cáceres
Lunes, 3 de julio 2023, 17:19
Continuamos la serie emprendida en el Sucedió hace… pasado y lo hacemos hablando de en el orden alfabético de las familias Aguilar y Aguilato:
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Aguilar. Es apellido que como el Guadiana apareció y desapareció del padrón de vecinos, lo que nos hace pensar que eran familias foráneas que estuvieron asentadas en la localidad por cierto tiempo y luego marcharon. La primera que nos sale al paso es una Inés de Aguilar, hija de Andrés de Aguilar, que nació en este lugar en 1571, sin que sepamos a ciencia cierta a qué se dedicaba el padre. En el siglo XVII también encontramos personas con el apellido Aguilar asociado al de Ximénez o Jiménez y así tenemos a varios Antonio, Sebastián o Pedro Ximénez Aguilar quienes no debieron tener exiguaposición social a decir por la cuantiosa manda de misas que dejaron en sus testamentos. Pero sin duda, uno de los miembros más destacados de estaestirpe fue D. Juan Aguilar, cuya existencia estuvo a caballo entre el siglo XVIII y XIX,falleciendo en esta localidad en 1841. Fue fraile terciario, hermano seguramente de uno de los conventos de la capital, y orador ciceroniano que era seguido por una legión de fervientes partidarios. De él llega a decir Publio Hurtado en su libro 'Recuerdos cacereños del siglo XIX' que Fray Juan, natural de Malpartida, era «lector de Tercia y predicador obligado en las funciones eclesiásticas de los liberales de los años 20 al 23 (trienio liberal), cuyos sermones eran una especie de «Himno de Riego» declamado en el púlpito». Imaginamos, pues, que durante la siguiente década -1823-1833, la llamada ominosa en la que se restauró de nuevo el absolutismo- el fraile Aguilar, acérrimo liberal, sufrió la represión y el exilio, hasta el punto de verse obligado a exclaustrarse -esto es, a abandonar el convento- y así lo reconocemosmás tarde, en los años 30, ejerciendo como presbítero ecónomo y beneficiario de la parroquia de este su lugar natal. Hubo aún de padecer en 1837 la Guerra Carlista y el asalto que las facciones de Sánchez y Barbado hicieron en octubre de aquel año a nuestro pueblo, apareciendo el nombre de D. Juan Aguilar en las listas de personas honradas que debían asistir al Ayuntamientoen circunstancias tan peligrosas. Otros vecinos de este apellido fueron D. Pedro Aguilar Montero que contribuía en 1820 en la Calle Fajardo y un D. Juan Aguilar Cabrera que como otros de losde su sangrese dedicaron a la labranza, a trajinar con carros de porte o, simplemente, a ganarse el jornal con el sudor de la frente. Y sabemos también que hubo otros de idéntico apellido que nos llegaron de Estepa (Sevilla), de La Granja, también de Junciana (Ávila), de Alburquerque, y uno de los últimos de Alcuéscar, como fue el caso de D. Francisco Aguilar Campos, guardia civil pertenecientes a este puesto durante muchos años y que dejó aquí conocida descendencia que llega a nuestros días.
Aguilato. Hoy es apellido desaparecido, pero figuró en el padrón malpartideño desde finales del siglo XVII al XIX dando nombre a una familia hidalga de las más encumbradas de su época. Es curioso el origen de este apellido que comenzó siendo apodo, pues los de su linaje proceden de la varonía Valdés, que fue como se apellidaron D. Diego y D. Andrés de Valdés, asentados en Malpartida a mediados del siglo XVI. Estos vecinos reclamaron en 1566 al rey Felipe II se les expidiese carta de hidalguía, como así se hizo, en reconocimiento de que su padre y abuelo también habían sido tenidos por nobles «hijosdalgo». Esta solicitud se debía especialmente a un motivo: los hidalgos eran clase exenta de pagar al rey los impuestos o contribuciones -también denominados pechos- que correspondían a los miembros del estado general o pecheros. En aquella ejecutoria de hidalguía -que hoy conserva una familia malpartideña rescatada milagrosamente de una carbonera y que es una auténtica joya documental-, se dice que esta familia Valdés procedía de la localidad onubense de Trigueros -curiosamente «trigueros» es también apodo que llevaron luego algunos miembros más tardíos procedentes de aquel linaje. Precisamente, en el blasón cuartelado que ilustra la magnífica carta de ejecutoria aparecen dos símbolos que hacen mención al apellido y su procedencia: en el primerohay un águila con sus alas desplegadas cuya figura se parece a un gallo y en el cuarto hay un haz de espigasde trigo -por ser de Trigueros su naturaleza-. Seguramente por ello, en recuerdo de este origen y blasón, un Andrés descendiente de aquellos Valdeses de Trigueros adoptó a finales del XVII el pseudónimo de «Gallinato» -que pasará a ser su apellido,-llamándose ya sus sucesores en la generación siguiente «Aguilato». Durante la centuria decimonónica, malograda la descendencia varonil de la familia Valdés o Aguilato, el apellido terminó recayendo en mujeres y acabó perdiéndose. Sin embargo, corrió mejor suerte el apodo, cuya transmisión no obedece a reglas de género alguna, sino más bien al puro azar, y gracias a esos avatares perduró más tiempo. Así nos topamos, entre otros, con un D. Andrés Aguilato quien murió en 1820 y fue mayordomo de las Ánimas Benditas, cofradía a la que regaló unas alforjas de lienzo casero para contener el pan que se recibía de donaciones. Por otro lado, algunas de las Aguilatas casaron con miembros de una rama de la familia Mogollón, que era la que en posición le estaba más igualada. De esta unión nacieron los Mogollón Aguilato, que ostentaron el poder del concejo durante buena parte del siglo XIX y fueron ricos propietarios de casas, fincas, ganados e industrias. Todavía quedan huellas de la titularidad de su enorme patrimonio, como por ejemplo una inscripción que puede observarse sobre la puerta de un pajar en el patinadero de la Cocinica, alusiva a la propiedad de alguno de ellos. Entre los personajes y las historias de esta saga destacamos a Dña. Inés Aguilato, que fue en su tiempo la mujer más rica de Malpartida con diferencia. Prueba de lo que decimos es que en el padrón de utilidades de 1841 a la susodicha se le asignaban riquezas por las que debía contribuir por valor de 3106 reales anuales, mayor incluso que las de los propios del lugar. Podemos contar, además, que esta señora, ya muy anciana, sufrió directamente la revuelta del populacho, que asaltó su casa (en la Calle Cruz, la que hace hoy el número 25), al estallar la revolución septembrina de 1868, la llamada «Gloriosa» que destronó a Isabel II. De aquel episodio salvó la vida la que era su mejor inversión, su hijo y alcalde entonces D. Fernando Mogollón Aguilatomenor, quien logró escapar huyendo a su finca de Juan Ramos, en la Sierra de San Pedro, siendo escoltado en este camino -según cuenta la leyenda- por el famoso bandolero «Chico Cabrera», con quien parece que tenía una buena amistad y se ofrecían mutua protección. D. Fernando Mogollón Aguilatomenor fue una figura clave en la historia malpartideña de aquella centuria. Ejerció varias veces de alcalde entre 1844 y 1899, año de su muerte, desarrollando una intensa y fructífera actividad a la que contribuyeron sus innumerables influencias y contactos y el gran prestigio alcanzado entre la clase política de la capital. Probablemente su logro más importante por la trascendencia que tendría para el futuro de la localidad, fue evitar el paso a manos privadas de la Zafrilla, al salvarla de la desamortización de Madoz. A esta D. Fernando se le atribuyen otras muchas realizaciones, entre ellas, la construcción desde su pecunio del pozo Don Fernando, que lleva desde entonces el nombre en su honor. Un primo suyo con el mismo nombre y apellidos fue D. Fernando Mogollón Aguilatomayor, su coetáneo y mayor en días, alcalde también en dos ocasiones. En 1840, bajo el mandato de este D. Fernando se adquirió, dadas las ventajas que el hecho reportaba al común de vecinos, un reloj de campana que finalmente se instaló en la iglesia parroquial, en una torre construida al efecto. Fueron estos los dos últimos malpartideños que portaron en sus nombres el apellido Aguilato, heredando luego el apellido como apodo alguno de sus descendientes, como por ejemplo D. Juan Mogollón Higuero,conocido como el «cura Aguilato», quien fue coadjutor de esta iglesia. Y hace unos veinte años murió una tataranieta de aquellos Mogollón Aguilato que fue la última en seguir llevando el sobrenombre de Aguilata.
Continuará.
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