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El alcalde de Plasencia, Fernando Pizarro, entre la placa dedicada de una calle de la ciudad a la matrona de origen malpartideño Luisa Alcántara Doncel. Cortesía Familia Alcántara Rubio. Archivo JAAG

SUCEDIÓ HACE… (364): De las familias malpartideñas y sus apellidos (IV). Alcántara y Alonso.

José Antonio Agúndez García. Cronista oficial de Malpartida de Cáceres

Malpartida de Cáceres

Viernes, 29 de septiembre 2023, 10:53

Alcántara. Los tenemos ya desde mediados del siglo XVIII repartidos en varias ramas y de diversa procedencia. El primer Alcántara nacido aquí fue un Bartolomé hijo de Juan Alcántara, de condición humilde y natural de Casar de Cáceres casado con la arroyana María la Pañera. Esta línea se extinguió a finales del XVIII, seguramente como otra iniciada por un Pedro de Alcántara Gómez Bejarano o Plata. Este Pedro era hijo de un Luis Gómez Picapiedra, cuyo segundo apellido nos indica su oficio o el de algúnantepasado, pues entonces se llamaba picapiedra a los canteros. Y preguntarán: ¿bueno, y el Alcántara de dónde sale? Fue uso habitual bautizar a los niños nacidos el 19 de octubre con el nombre del santo del día, que corresponde al del popular santo extremeño San Pedro de Alcántara. Así ocurrió con aquel hijo del cantero Luis Gómez a quien por haber nacido el 19 de octubre de 1748 se le puso de nombre Pedro de Alcántara. Por lo tanto, aunque era de varonía Gómez -el apellido del padre-, a sus descendientes se les conoció con el apellido Alcántara -que era en realidad nombre de pila junto al de Pedro- en vez de Gómez u otros apellidos de raíz familiar como Bejarano, Plata, etc. Esto sucede en la mayoría de casos estudiados por lo que, entre otros motivos, hacer un árbol genealógico es bastante quebradero de cabeza. Recordemos que hasta 1870 no quedó regulado oficialmente en España el uso de los apellidos como actualmente los conocemos pues hasta entonces, aunque seguíanse reglas familiares internas, tomaban los apellidos que mejor les convenía y con la más absoluta libertad. A esta rama pertenecieron los hermanos Juan y Antonio Alcántara Rubio, concejales del ayuntamiento en el siglo XIX; el primero entre 1863 y 1866, en los años anteriores a la Gloriosa, -la revolución que destronó a Isabel II- y luego entre 1870 y 1872, en pleno sexenio revolucionario; y el Antonio como concejal provisional en los días inmediatos a susodicha revolución.

De similar manera ocurrió con otros Alcántaras asentados en Malpartida a finales del XVIII. En este caso el apellido de los que descendían por varonía era Barriga y lo trajo un Francisco Barriga Muñoz procedente de Arroyo del Puerco. Pues bien, el Francisco tuvo en su mujer Isabel Gutiérrez, entre otros hijos, a Pedro de Alcántara Barriga, nacido el 19 de octubre de 1765 de quien procede una saga que llega a nuestros días. Fueron la mayoría ganaderos y guardas de fincas adquiriendo con el tiempo cierta posición social. A ellos perteneció Juan Alcántara García, acomodado industrial que poseía amplio almacén en calle San Marco (hoy La Habana) y que sería varias veces concejal y regidor síndico (1887/1891 y 1902/1905). Este Juan fue iniciador de una gran familia de Alcántaras pues tuvo de su mujer Isabel Castela nada más y nada menos que 17 hijos. Entre ellos Jacinto, Juan y Antonio Alcántara Castela, el primero empleado del ayuntamiento como cobrador del repartimiento de utilidades, y el segundo y tercero, ambos del comercio, igualmente que su padre con responsabilidades concejiles; Juan fue segundo teniente de alcalde entre 1910/1913 y vocal asociado al advenimiento de la Dictadura de Primo de Ribera entre 1923 y 1924 y Antonio ocupó el cargo de concejal y primer teniente de alcalde entre 1910/1912 y 1914/1922, y el sillón de alcalde de la localidad entre 1912-1913. Hijo de Jacinto fue Marceliano (o Juan Marcelino) Alcántara Mateos, guarda de Casa Corchada; hijo de Juan, Elías Alcántara Doncel, quien como su tío Jacinto ocupó la plaza de celador de arbitrios y encargado, entre otras funciones, de pesar los cerdos antes de su sacrificio y cobrar las tasas estipuladas por ello, e hija de Antonio fue Isabel Alcántara Doncel, considerada toda una institución en la enseñanza local pues ejerció como maestra de numerosas generaciones de niñas malpartideñas y que murió a la cumplida edad de 100 años.

Antonio Alcántara Castela, alcalde entre 1912 y 1913. Archivo JAAG
Imagen secundaria 1 - Antonio Alcántara Castela, alcalde entre 1912 y 1913. Archivo JAAG

Resta hablar, finalmente, de la cuarta línea de Alcántaras, iniciada en esta ocasión por Pedro de Alcántara Nevado, -por tanto de varonía Nevado-, jornalero labrador procedente de Torreorgaz y que se incorpora al padrón malpartideño a mediados del siglo XIX. Hijo de aquel fue Felipe (Alcántara) Nevado Pavón y su nieto Antonio Alcántara Godoy quienes trabajaron como guardas en el poblado medieval de Zamarrillas, en el término municipal de Cáceres, aldea hoy abandonada. Estos ejercieron también de hortelanos produciendo hermosos ejemplares de lechugas que vendían entre sus vecinos, los cuales comenzaron a conocerles con el cariñoso apodo del nombre de dicha verdura, -alias que heredaron algunas y algunos de sus sucesores y que llega a nuestro días-. Entre los descendientes de esta saga está Luisa Alcántara Doncel, quien durante más de cuarenta años ejerció su profesión de matrona en Plasencia ayudando a nacer a miles de niños. (Ello le ha valido que el ayuntamiento placentinole haya dedicado a Luisa recientemente (este julio pasado) una calle como homenaje a su labor y profesionalidad, lo cual le ha convertido en una mujer referente de la ciudad del Jerte). Y a esa misma rama pertenece Felipe Alcántara Domínguez «Piper», que regenta un conocido bar del mismo nombre en la localidad. Agradecemos aquí la información que nos han aportado sobre esta familia Antonia Alcántara Rubio y su hija Marcela Domínguez Alcántara.

Alonso. Fue apellido muy común entre los siglos XVI al XVIII, e incluso antes, pues compatricios que lo llevaron estaban aquí previamente a la existencia de los libros sacramentales de donde extraemos los datos que vamos dando. Procede del nombre de Alonso o Alfonso, dado que ambos tienen la misma raíz y fue utilizado arbitrariamente -sin seguir reglas- tanto en varones como en hembras, aunque más en estas. Ello impide en este caso trazar las líneas genealógicas, pues hubo muchos individuos que lo llevaron sin darse parte ni arte. A lo largo del tiempo, se incorporaron diferentes Alonsos provenientes de otros pueblos, especialmente de Arroyo, Casar, Cáceres, Portezuelo, incluso algún castellano de Segovia. El apellido Alonso se extinguió en el padrón malpartideño a finales del siglo XIX, no habiendo desde entonces persona que lo haya portado en primer lugar. (El último nacido fue Roberto Alonso Benito en 1899, hijo de un astorgano que fue ingeniero jefe de vías y obras del ferrocarril de la línea Madrid-Cáceres-Astorga). Pero hasta entonces, muchos y muchas llevaron el Alonso, por lo que tanto se repetían los nombres y el apellido que para distinguirlos debió añadírsele un mote, y así tenemos a Pedro Alonso Manzano el Cojo o a Juan Alonso Corchado el Duque. Esta fórmula fue muy popular entre las féminas y también el uso de apodos que las identificara, apodos que tuvieron su raíz en apellidos, procedencias, oficios, circunstancias físicas o morales, etc. Y así había Marías, Ineses, Isabeles… Alonso la Bachillera… la Barra, la Molana, la Sanguina, la Casareña, la Bejarana, la Milana, la Gallega, la Cerera, la Arreporquera, la Beata, la Pava, la Duquesa… Reparemos ahora en algunos de los del apellido Alonso que nos salen al paso: Diego Alonso Hidalgo fue escribano público de número y concejo en 1594 y Hernando Alonso Cambero, alhondiguero -responsable de cuidar el lugar donde se guardaba el grano- por el mismo año. Encontramos, además, varios hijos de esta familia dados a la iglesia como Fernando Alonso Bachiller, presbítero y hermano de la Cofradía de Ánimas en 1716 y otros dos llamados Pedro Alonso Manzano, que ejercieron de cura en la segunda mitad del siglo XVIII, dejando uno de ellos en su testamento 200 reales a nuestra Señora de la Soledad. Otro Fernando Alonso Bachiller fue soldado, muerto en 1709 y enterrado en la catedral de Badajoz. Y todavía un Pedro Alonso Nacarino, natural de Cáceres, practicó la cirugía hacia 1724. Y tampoco puede ser olvidado Juan Alonso Corchado, alcalde ordinario de la localidad quien en 1706 -durante la Guerra de Sucesión Española- murió a manos de los soldados «cuando pasaba a ver al Señor Príncipe Bernia a la villa de Arroyo del Puerco, donde estaba con sus caballerías, a suplicarle y pedirle por este lugar para que se evitasen los daños que se hacían en él». Y como de todo debe haber en la viña del Señor, por el caudal de misas que tanto ellas como ellos dejaron en sus mandas y testamentos, colegimos que buena parte de los de este apellido no debían estar mal situados ni social ni económicamente, aunque no faltó el que fuera enterrado de limosna y por el amor de Dios.

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