SUCEDIÓ HACE… (366): De las familias malpartideñas y sus apellidos (VI). Anegas, Aparicio, Arenas, Arévalo, Arias
José Antonio Agúndez. Cronista Oficial de Malpartida de Cáceres
Lunes, 11 de diciembre 2023, 12:00
Anegas. Trajo el apellido desde Salorino un Laureano Anegas Morales que trabajó como pastor en una de las fincas próximas a la localidad. El hijo varón que tuvo, Juan Anegas Avelino, emigró habiendo casado con una malpartideña, quedando hoy sólo radicados aquí los descendientes de su hija Catalina Anegas Avelino, desposada con un empleado de Renfe. Son estos los Muñoz Anegas, entre los cuales mencionamos a Leandro Muñoz Anegas y a su hijo Alejandro Muñoz Román -que aunque este último ya no lleva el apellido Anegas sigue portándolo en el sobrenombre con el que se le conoce-, ambos, padre e hijo, bien conocidos entre otras razones por su ligazón al juego del balón que ejercieron y aún ejercen como buenos jugadores del Club Polideportivo Malpartida.
Aparicio. Aunque no hubo tantos de los de este apellido, sí tenemos constancia a una Catalina Aparicio, viuda de Diego Fernández y vecina de la villa de Valencia de Alcántara, quien seguramente transeúnte llamóle la muerte en Malpartida, donde otorga testamento por el cual se redime y libera a Pedro, un esclavo negro que traía. Era el año 1594.Luego hubo otros Aparicio de Casar de Cáceres, de Arroyo y de Villaluenga (Toledo), familia de ferroviarios.
Arenas. Apenas dos familias sonaron con este apellido, una nombrada Peña Arenas en la primera mitad del siglo XVIII y la otra, los Arenas Mateos a mediados del XX. Pero ambas debieron ser «arenas movedizas» pues no se les conoce más descendencia.
Arévalo. Venidos a trabajar en la Estación de Arroyo-Malpartida sonaron algunos Arévalos como Magín Arévalo Aranda, quien regentó durante muchos años junto a su esposa la fonda de la Estación donde atendían con esmero a la amplia parroquia de residentes y transeúntes. Tenía además este Arévalo buena mano de guisandero, por lo que fue encargado de condimentar las comidas de muchas bodas y banquetes celebrados en Malpartida, sobre todo los que podía pagar la sociedad pudiente. También en los años cuarenta del pasado siglo actuó como alcalde pedáneo y autoridad del núcleo ferroviario un Joaquín Arévalo Higuero. Algunos de los de este apellido tuvieron su naturaleza en la localidad cordobesa de Fernán Núñez.
Arias. Es también apellido patronímico pues hubo un tiempo en que Arias fue también nombre propio. En Malpartida los encontramos desde el siglo XVI, cuando en 1584 casó aquí un Rodrigo Arias. Fue en el siglo XIX cuando arraiga, tras matrimoniar en 1847 con una malpartideña, Esteban Arias Tato, procedente de Arroyo del Puerco, quien principia una línea de Arias con muchas ramas y frutos. La mayoría de éstos se ganaron el jornal siendo labradores, ganaderos, herreros, zapateros, etc. Luego llegaron otros de Garrovillas, Cañaveral, Valdefuentes, incluso de Manzanares, en la provincia de Ciudad Real. Tuvimos, además, un Arias alcalde. Fue el caso de Manuel Arias López, militar hijo de militares, nacido en 1892 en Guantánamo (Cuba) donde su padre se hallaba defendiendo el suelo patrio antes de su independencia en 1898.
En Zamora casó con Teresa Crespo de la Fuente, maestra nacional que en 1926 llegó a Malpartida para hacerse cargo de la escuela nº 2 de niñas en las recién creadas aulas de la Plazuela del Sol. El matrimonio Arias Crespo tuvo cinco hijos, dos de ellos nacidos antes de llegar a Malpartida (Manuel y Ángel) y otros tres nacidos en nuestra localidad (Pedro, Antonio y Francisca). Habiendo pasado a la reserva por la Ley de Azaña, incorporóse de nuevo al servicio de las armas a partir del inicio de la Guerra Civil, siendo destinado posteriormente al regimiento de Infantería Argel nº 27 donde permaneció hasta su jubilación como encargado de la Caja de Reclutas nº 13 de Cáceres. Y fue en 1934, al suspenderse los ayuntamientos por orden gubernativa tras los acontecimientos de Asturias, cuando ocupó la silla de alcalde entre el 22 de octubre de 1934 y el 30 de junio de 1935. Durante tan corto periodo, D. Manuel puso un poco de calma entre la clase obrera promoviendo la bajada del precio del pan en 5 céntimos. Intentó además saldar el espinoso asunto del cuartel, que venía coleando desde el inicio de la República, dando cumplimiento a la sentencia dictada en la que se reconocían los derechos no saldadosal arquitecto y al contratista. También en su mandato se acordó nombrar hijo predilecto y alcalde honorario de la villa a D. Julio González-Sandoval Mogollón, que era entonces diputado a Cortes por la provincia de Toledo y había defendido brillantemente en el parlamento el Proyecto de Ley de protección a los yunteros de Extremadura. Y por su ligazón con el magisterio como consorte de una maestra, miró por la infancia buscando un terreno para destinar a campo escolar agrícola y creó una cantina escolar para dar de comer dentro de lo posible a los niños pobres de las escuelas nacionales. Mención aparte merecen también sus hijos Antonio Arias Crespo, experimentado escritor, autor de varias publicaciones; Francisca Arias Crespo, que ha sido maestra, hoy jubilada; y Ángel Arias Crespo, pintor, grafista, ilustrador, quien en 2014 donó al Ayuntamiento de Malpartida de Cáceres una importante colección de cuadros y 23 libros ilustrados por el autor que fueron exhibidos en Casa Bernabé ese mismo año. Ángel había estudiado en la Escuela de Artes y oficios de Salamanca y luego Bellas Artes en Madrid donde fue copista del Museo del Prado. Tras residir doce años en Argelia, vició más de tres décadas en parís trabajando para importantes editoriales como Larousse, Hachette y Nathan. En 1986 comenzó a dedicarse de lleno a la pintura consiguiendo vivir de ella. Asentado a partir de 1999 en la pequeña localidad portuaria de Honfleur, sus acuarelas se inundaron de luz y color. En el año 2005 decidió regresar a Cáceres, donde tuvo estudio e impartió clases siendo frecuentes sus visitas a Malpartida, el pueblo y las calles de su niñez, donde se reencontró con sus recuerdos, su paisaje, amistades y conocidos que admiraban su talentode artista y apreciaron su bonhomía, su trato, su lucida memoria y su apacible conversación. Ángel Arias murió a los 92 años en 2017 y aún recordamos su generosidad y el placer que sentimos de haberlo conocido y tratado.