Vista del Lavadero de lanas y la Charca de los Barruecos. Años 50. Cortesía Nani Cortés Zancada-Museo Vostell Malpartida. Archivo JAAG

SUCEDIÓ HACE… (350): Don Álvaro «el del Lavadero».

José Antonio Agúndez García

Malpartida de Cáceres

Miércoles, 30 de junio 2021, 18:08

En 1778, D. Álvaro María de Ulloa y Carvajal solicitó al Ayuntamiento cacereño, de quien dependía jurisdiccionalmente la aldea de Malpartida de Cáceres, le fuera concedido el terreno necesario para construir una charca, un batán, un molino, una huerta y un lavadero de lanas en el sitio conocido como 'Peña del Berrueco'. En realidad, el deseo de D. Álvaro era añadir estas nuevas instalaciones e industria a la de una antigua charca y molino que acababa de comprar al vecino de Malpartida Juan García Casareño como marido de María Sánchez la Harta, su verdadera propietaria.

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D. Alvaro de Ulloa. Grabado de Agustín Esteve. Lámina XXX de la exposición de Retratos de niños en España. 1925. Expositora Vizcondesa Viuda de Rodas. Archivo JAAG

La posesión de aquella charca y molino le venía a María como beneficiaria de un vínculo o memoria de misas que sobre dichas fincas había fundado casi doscientos años atrás uno de sus antepasados, un tal Pedro Bermejo. En efecto, el Bermejo había construido en 1580 un molino harinero con su charca en el curso del arroyo del Tocón, en el sitio que dicen 'la Lancha del Codosal'. Y en 1584, cuatro años después de su edificación, el propio Bermejo para asegurar la salvación de su alma, instituyó una memoria de misas anuales que debían ser abonadas por sus descendientes con el fruto de las rentas que produciría el molino. De igual forma, fue este mismo Pedro Bermejo el que también proyectó hacer otro molino y charca aguas abajo del primero, en la 'Peña del Berrueco', que no llegó a realizar. Con el paso de los siglos, la fábrica y maquinaria del viejo molino se arruinaron, y dejaron de producir fondos con los que pagar las misas. Transcurrieron muchos años hasta que María y Juan, los últimos poseedores de aquel vínculo, decidieron venderlo a D. Álvaro, que pensó en reconstruirlo y volverlo a poner en funcionamiento recreciendo la pared del muro, así como llevar adelante la idea de Bermejo de hacer una nueva charca e industria vertiente abajo, e incluso levantar otro molino que se hallaba arruinado en la dehesa de Burropardo. Como habrán supuesto ya, la charca con su molino levantada en el siglo XVI en la Lancha del Codosal es la que hoy conocemos como del Barrueco de Arriba; y la charca, molino, batán, huerta y lavadero que hizo D. Álvaro en el último cuarto del siglo XVIII en la Peña del Berrueco -luego Barrueco-, corresponden al Barrueco de Abajo.

El concejo cacereño respondió favorablemente a la petición de D. Álvaro, que inmediatamente pudo comenzar a levantar en aquel terreno 'fragoso, estrecho y lleno de peñascos' la proyectada charca con su molino harinero y las dependencias y oficinas del lavadero de lanas, así como también recreció dos varas la pared del Barrueco de Arriba. La propuesta de concesión se amparaba en las grandes ventajas que todas estas obras iban a tener para la aldea de Malpartida, entre ellas: el aumento de instalaciones para la molienda, el abrevadero para el ganado, el riego de las huertas y, por supuesto, los importantes beneficios para el empleo puesen el lavadero se acomodarían varios operarios de la población. Además, se permitiría el uso común de la pesca -cosa que luego no estuvo tan clara-, y se repararía el camino de Malpartida, todo ello, a costa de D. Álvaro.

No es cuestión de entretenerse en la importancia que tuvo más tarde la fábrica del lavadero y su industria, de lo que hablaremos en otra ocasión. Profundicemos ahora en quién era este D. Álvaro María de Ulloa y Carvajal que fue su promotor. D. Álvaro, nacido en Cáceres el 8 de febrero de 1722, perteneció a una de las familias más antiguas y encumbradas de la nobleza cacereña. Cuenta nuestro amigo Francisco Acedo que los Ulloa son la única familia que permanece en la ciudad conservando el apellido, ya que el resto se extinguieron por línea masculina con el transcurso de los tiempos o se desarraigaron de la población. El primero de los Ulloa que llegó a Cáceres fue un Sancho Sánchez de Ulloa, Señor de Castilnovo, que lo hizo en el siglo XIV. Nuestro D. Álvaro, descendiente de aquel, pertenecía a la rama de los señores de Pajarillas -poseedores de la dehesa así llamada situada junto a los términos de Torrequemada y Torremocha-, prosapia que se inició en el siglo XVI con el matrimonio de Álvaro de Aldana Ulloa, Señor de Castillejo. Por lo tanto, D. Álvaro «el del Lavadero» fue además señor de Pajarillas y ocupó a perpetuidad un cargo de regidor en el Ayuntamiento cacereño -ya saben que los cargos concejiles pasaban entonces de padres a hijos-, por lo que no es de extrañar que consiguiese con facilidad la concesión solicitada. Uno de sus nietos, también llamado Álvaro María, sería por casamiento conde de Adanero y marqués de Castro Serna. Hacia 1808, nos dice Pascual Madoz, el lavadero de los Barruecos fue adquirido a los descendientes de D. Álvaro por el marqués de Santa Marta, aunque entonces la industria no ofrecía ni mucho menos la importancia que más tarde adquirió. Pero esa historia es ya lana de otra pila, que es como decir, harina de otro costal.

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